El instituto es uno de esos espacios donde
tienen lugar muchos de los acontecimientos que marcarán para siempre
la adolescencia, el escenario donde se desarrolla a dirario ese teatro donde nuestros alumnos asumen sus roles. El aula es el observatorio perfecto para
contemplar los defectos y los aciertos de esta sociedad, la nuestra,
que educa a sus jóvenes.
El proyecto Salón de actos rastrea en
la cotidianidad visual del aula con el fin de encontrar claves que
nos hagan entender cómo evolucionan las distintas generaciones de
alumnos que pasan a diario por ella, cómo sienten y se expresan.
Las imágenes de pupitres dibujados, de
paredes atestadas de nombres... el silencio sepulcral de un salón de
actos, desierto y detenido en el tiempo, que tendrá que albergar
nuevas generaciones cada inicio de curso... todo conforma una
estética particular del desconcierto.
Los nuevos hábitos en el proceso de enseñanza, las nuevas estrategias de comunicación: el deslizar de la lápiz por la superficie del pupitre dejó pasó al destellear de los emoticonos en la pantalla del ordenador. Esta poética de lo casual de algunas estructuras formadas por el paso del tiempo parece ironizar sobre el cambio de valores en la educación, y el paso a nuevas formas de entendimiento y aprendizaje más acordes con nuestro tiempo.
Los nuevos hábitos en el proceso de enseñanza, las nuevas estrategias de comunicación: el deslizar de la lápiz por la superficie del pupitre dejó pasó al destellear de los emoticonos en la pantalla del ordenador. Esta poética de lo casual de algunas estructuras formadas por el paso del tiempo parece ironizar sobre el cambio de valores en la educación, y el paso a nuevas formas de entendimiento y aprendizaje más acordes con nuestro tiempo.
No son imágenes del pasado, sino de un
presente detenido, un presente que acumula rastros que se van
solapando. En el salón de actos permanecen intactas todas esas
huellas; aquí se dan cita todos los augurios.
José Antonio Rodríguez Conde.